domingo, 16 de agosto de 2009

Hans Robert Jauss y la teoría epistemológica del verbo “disfrutar”

Hans Robert Jauss nos intenta demostrar en su obra Experiencia estética y hermenéutica literaria cómo el valor de lo estético históricamente se ha ido limitando dentro de los discursos sociales y, así, no ha superado la concepción de estética como satisfacción de “simples necesidades cursis o de consumo”, como diría Jauss, cuando durante otros períodos, y como se ha comentado en capítulos anteriores, se ha creído que lo estética tenía valor esotérico. Las personas están dispuestas a entender discursos económicos, matemáticos e informáticos porque perciben en ellos una rentabilidad a mucho más corto plazo. Además, toda sospecha del lenguaje que se llevó a cabo en la postmodernidad ha provocado una desconfianza mayor en que la ficción literaria pueda tener consecuencias reales porque si ésta se alimenta del lenguaje y el lenguaje se vende como una invención del hombre, la literatura inmediatamente se considera una doble falsedad, un doble alejamiento de la realidad.

Jauss pretende insertar la reivindicación de la literatura como placer e insertarla dentro de las transformaciones culturales de la sociedad. De esta manera, el placer no queda destinado exclusivamente al ámbito del ocio sino que penetre dentro de la reivindicación política y cultural de una sociedad. Jauss reivindica la experiencia estética como fuente de conocimiento y de revolución social. Lo que pretende este autor es convencer de que la experiencia estética tiene un valor de transformación de lo real. Hans Robert Jauss quiere insertar en la sociedad lo que Platón quiso excluir, es decir, quiere hacer todo lo contrario pero cuidando que la experiencia estética quede instaurada dentro del marco de lo útil y lo consecuente porque considera que en la era contemporánea el espacio de la experiencia estética ha quedado trivializado y aburguesado.

Platón intenta transmitir en la obra La República que toda literatura mimética debe ser excluida del sistema porque pretende dar a entender que la literatura no puede limitarse a copiar la realidad, sino que tiene que tener un campo más amplio de posibilidades. Esto enlaza con la actitud que nos muestra Hans Robert Jauss. Es decir, que las actitudes de estos filósofos de la Antigua Grecia y de la década de los 70’ respectivamente no están tan alejadas porque ambos hacen viable el discurso literario en un modelo social regido por lo útil. Hans Robert Jauss defiende que el placer estético incide directamente sobre los individuos y produce un cambio de mentalidades. Así, la ficción nunca puede quedar alejada de la vida porque ella misma produce la evolución y la transformación de la vida. Veamos cómo define Jauss el placer estético y cómo lo inserta en la realidad.

“La definición del placer estético como autosatisfacción en la satisfacción ajena presupone, pues, la unidad primaria entre placer que entiende y entendimiento que disfruta y restituye la significación de “participación” y de “apropiación” que tenía, en su origen, el término alemán. En el acto estético el sujeto disfruta siempre de algo más que de sí mismo: se siente en la apropiación de una experiencia del sentido del mundo, que puede descubrirle tanto su propia actividad productora como la recepción de la experiencia ajena, y que puede confirmarle la aprobación de un tercero. El placer estético, que se desarrolla en el movimiento pendular existente entre contemplación no interesada y participación experimentadora, es una forma de experimentarse uno mismo en esa capacidad de ser otro, que el comportamiento estético no ofrece”.

Jauss cree que con los siglos se ha ido perdiendo la consideración estética que se tuvo en épocas anteriores de la historia. Así, lo que hay que hacer es retomar la búsqueda de lo estético. Causantes de esta situación son el modelo judeo-cristiano y la concepción sanagustiniana que divide utilización y placer, comentado en el capítulo primero, y regímenes autoritarios tales como el marxismo, donde todo pensamiento individual es requisado, de este modo se pierde por completo toda noción de placer porque todo arte queda concebido en término de grupo, además de ser el trabajo el centro del movimiento social. Jauss así lo dice:

“Para Schiller, la separación de placer y trabajo significa la pérdida de ese todo, que –desde un punto de vista sentimental- había representado el mundo griego. La tarea de recuperar la totalidad perdida la pone en manos de lo estético, es decir, en manos del placer de la auténtica belleza, que es la función más sobresaliente, porque sólo el estado estética trae consigo la disposición del ánimo. […]
En la utopía marxista, la superación de la alienación de la sociedad comunista hecha realidad debe encontrar la medida de la felicidad plena, no en la supresión del trabajo o de la pura inactividad, sino en el placer del trabajo. […]
Al liberarse de la obligación práctica del trabajo y de las necesidades naturales de la vida cotidiana, el placer estético establece una función social, que ha caracterizado, desde el principio, la experiencia estética”.

Jauss reivindica para la experiencia estética un lugar dentro del ámbito del conocimiento y defiende que en la era contemporánea parece que la experiencia estética sólo es posible a través del placer y eso hace que socialmente no sea vista como útil o necesaria. Esto se debe a que del origen común del mito, a la experiencia estética sólo le corresponde la forma, tema tratado en los capítulos anteriores. Así, Jauss descubre que el verbo “disfrutar” (Geniessen) etimológicamente quiere decir “usar” y “beneficiarse de algo”. Además, afirma que Genosse, que viene del verbo geniessen originariamente se refiere a aquel que tiene ganado en la misma pradera. Esto puede deberse a que el sujeto humano siempre ha sido agrario; de hecho, el hombre industrial y tecnológico es una pura novedad. El verbo geniessen viene de cuando lo más importante era tener tierras y ganado. Así, Jauss señala que el verbo “disfrutar”, actualmente asociado a simple experiencia placentera, antiguamente estaba relacionado con la obtención de beneficio y la posesión de ganado. De este modo, Jauss relaciona el término “disfrutar” con la participación y la apropiación.

“El significado más antiguo de Geniessen (= disfrutar) –el e “usar y beneficiarse de algo”- tiene hoy un uso obsoleto o reservado a los lingüistas. (…)
El significado de “participación y apropiación”, inherente al término alemán, y el sentido específico de “alegrarse por o de una cosa” se mezclan, en esta época –clasicismo alemán-, formando una unión característica”.

De esta manera, Jauss justifica la pérdida de valor del término “disfrutar” como propiciador de un conocimiento auténtico y real porque al depauperar la intención catártica del placer estético se ha perdido, así, toda relación de disfrute con aprendizaje, transformación o utilidad.

“El término “disfrutar” se ha ido depauperando, en su uso lingüístico moderno, hasta perder su antigua significación. Si, en otro tiempo, el verbo “disfrutar” justificaba la relación con el arte, primero como forma de apropiación del mundo de autorratificación, y, más tarde, como concepto histórico-filosófico y psicoanalítico, hoy se considera genuina sólo aquella experiencia estética que ha dejado tras de sí todo el placer y se ha elevado al grado de reflexión estética”

Este cambio de sentido respecto del placer estético es propiciado por muchas razones una de las cuales es la falta de un metalenguaje claro y desvinculado de la religiosidad que pueda adaptarse a la sociedad actual. “El placer estético, así definido, es capaz de alcanzar un aura de incomparable fuerza luminosa, y ello, a partir del distanciamiento interior del yo-extrañado y de su supresión en una catarsis, que, surgida del placer por el acto mismo del recuerdo, remite la anamnesia platónica a un más allá terreno”.

Jauss no ha acabado de desligarse de un vocabulario religioso y místico que hace falta superar para que pueda ser entendido por la sociedad actual. Hace falta un nuevo metalenguaje que Jauss no ha sabido introducir para explicar el placer estético. Así, se establece inconscientemente una relación entre la experiencia estética y la experiencia mística y eso espanta a la nueva sociedad, que cree haber superado cualquier concepción mágica. Por lo tanto, como conclusión de este capítulo, cabe decir que hace falta una nueva forma de explicar lo que es la experiencia estética que la desvincule de la religión pero que la conecte con la realidad cotidiana. De momento parece que lo hemos hecho al revés.

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