domingo, 16 de agosto de 2009

Ernst Fischer y la concepción animista del mundo

Me gustaría hablar de las teorías antropológicas de Ernst Fischer para explicar cómo la necesidad del arte fue algo relativo a la concepción animista del mundo. Fischer elabora un estudio antropológico sobre la evolución física del hombre y argumenta que a partir de este cambio físico nace el pensamiento y, por tanto, la evolución psíquica. Fischer dice:

“Con la utilización de los instrumentos nada es, en principio, imposible. No hay más que encontrar el instrumento adecuado para alcanzar –o realizar- lo que antes era inalcanzable. Se obtiene con ello un nuevo poder sobre la naturaleza, un poder potencialmente ilimitado. Este descubrimiento constituye una de las raíces de la magia y, por lo tanto, del arte. (…)
La inversión del proceso cerebral es el comienzo de lo que podemos llamar trabajo, ser consciente, hacer consciente, anticipación del resultado con la actividad cerebral. El pensamiento es una forma abreviada de experimentación transferida de las manos al cerebro”.

Con esto quiere decir que la manualidad es lo primero que desarrollamos porque a través de ella podemos tener contacto con la exterioridad. De esta forma, las posibilidades de nuestro cuerpo han originado la evolución de la especie. El hombre arcaico se hizo hombre a partir de la invención de instrumentos. “Se hizo o se produjo a sí mismo haciendo o produciendo instrumentos”. Un organismo desarrollado pasó a ser hombre cuando empezó a convertir los objetos naturales en instrumentos de trabajo. Fischer dice así:

“Con la utilización de los instrumentos nada es, en principio, imposible. No hay más que encontrar el instrumento adecuado para alcanzar –o realizar- lo que antes era inalcanzable. Se obtiene con ello un nuevo poder sobre la naturaleza, un poder potencialmente ilimitado. Este descubrimiento constituye una de las raíces de la magia y, por lo tanto, del arte”.

De este modo, el hombre empezó a superar a la naturaleza y empezó a sentirse creador. Creó objetos que no se podían encontrar en la naturaleza. “La evolución hacia el trabajo exigía un sistema de nuevos medios de expresión exigía un sistema de nuevos medios de expresión y de comunicación, muy superior a los escasos signos primitivos que conocía el mundo animal”.

Lo que quiere decir Fischer es que a partir de la mano surgió la capacidad de hacer instrumentos y de este nuevo trabajo se fomentó una necesidad sígnica mayor. A partir de aquí, se presencia una evolución lingüística muy importante que acabó generando un lenguaje abstracto. Sin el trabajo, es decir, la experiencia de usar instrumentos, no se hubiese desarrollado el lenguaje como sistemas de señales para representar actividades y objetos, es decir, como abstracción. Nació el sujeto semiótico.

Me gustaría, a partir de esta tesis de Fischer, hacer un inciso sobre el problema que generó la postmodernidad cuando empezó a llevar a cabo una sospecha acerca de todo conocimiento que pueda proporcionar del lenguaje. Ningún conocimiento se percibía como conocimiento verdadero por nacer de una abstracción como es el lenguaje. Los filósofos de la sospecha, Nietzsche, Marx y Freud, sopesaron la posibilidad de que cualquier pretensión espiritual nacía del engaño del lenguaje. Nietzsche dirá: “Dios nace del lenguaje”; Marx dirá: “La religión es el opio del pueblo”; Freud dirá: “La religión es la neurosis colectiva”. Nació un escepticismo insalvable: sin lenguaje no somos nada pero con el lenguaje se vive en un engaño. Hasta ese momento Dios era el único agarre que permitía entender el mundo.

Con la postmodernidad surgió la crisis del relativismo y del nihilismo frente a la figura de Dios; en la actualidad la crisis es la duda de si funciona el modelo de desposesión espiritual porque no por haber eliminado la palabra Dios se va la necesidad de su creencia. La generación de después de los años 60 vive en una indefinición espiritual que no sólo le ha llevado al escepticismo, sino al conformismo social, lo que ha generado individuos que sólo aceptan su realidad más inmediata por creer que es la única vía posible. Pero como se ha dicho antes, el ser humano puede acceder a muchos estratos de la realidad. El problema actual es que somos demasiado pobres semióticamente para poder alcanzarlos. En la actualidad (y tras la II GM), la pobreza que se ha superado es la económica porque la pobreza actual es la pobreza semiótica: la poca capacidad de entender los signos, lo que disminuye nuestra noción de libertad y por tanto de felicidad. A mayor bonanza económica, mayor desajuste psíquico.

Pero volvamos a Fischer y a su teoría sobre la necesidad del arte. Nos hemos quedado en la idea de que el ser humano superó a la naturaleza y creó una nueva realidad, una supernaturaleza. Con esto, se convirtió en un ser pensante y transformó el mundo, mágicamente. Hay que considerar que esta magia forma parte de la existencia humana y fomenta la capacidad de controlar la naturaleza a la vez que temerla y eso es la esencia misma del arte. Fischer dice: “El primer constructor de instrumentos, el primer hombre que dio forma a una piedra para ponerla al servicio del hombre, fue el primer artista. El primer hombre que dio nombre a los objetos fue también un gran artista”.

Lo que Fischer nos quiere decir es que bien pronto dejamos de ser seres figurados y nos fuimos convirtiendo en seres simbólicos. Desde siempre nos hemos apartado de la realidad más real y hemos decidido comportarnos como sujetos psíquicos, míticos y, por tanto, artísticos. Y esto fue fomentado por la aparición de la magia. “El hombre empezó a pensar que podía conseguir lo imposible con instrumentos mágicos, es decir, que podía “conjurar” la naturaleza sin el esfuerzo del trabajo”. Y la mejor forma de establecer esta conexión con el hombre y el mundo era a través del arte. El arte permitía la superación de la especie porque aumentaba su poder frente a los animales.

“El arte, en todas sus formas –lenguaje, danza, cantos rítmicos, ceremonias mágicas- era la actividad social par excellence, una actividad en la que todos participaban y que elevaba a todos los hombres por encima del mundo natural y animal. El arte nunca ha perdido totalmente su carácter colectivo, ni siquiera después de que la colectividad primitiva se escindiese y fuese reemplazada por una sociedad dividida en clases y en individuos”.

La magia original se diferenció gradualmente en religión, ciencia y arte. Y esto es importantísimo para entender la necesidad biológica del ser humano frente al arte y, en concreto, a la literatura. Consideramos el origen común del mito en la religión, la ciencia y la literatura. Esta matriz común que es el mito ha sido entendida de formas diversas según el ámbito. De la ciencia se ha extraído su capacidad de ofrecer verdades y de transformar la realidad. En el caso de la religión, se ha usado para poder establecer una conexión sobrenatural del ser con el mundo. Pero cuando hablamos de literatura y de su origen mítico se ha creído y se ha fomentado la creencia de que ésta no conecta con la realidad ni con lo sobrenatural, sino que es una invención que cumple un papel de simple entretenimiento. La literatura ha heredado del mito la ficcionalidad y por esta razón no se le otorga ninguna función ontológica.

Voy a considerar la aportación de Wolfgang Iser en la obra Teorías de la ficción literaria:

“Muchos de nosotros asociamos probablemente el término ficción con la rama de la literatura que estudia los relatos, pero el contrapunto lo viene a poner el Dr. Johnson al definir dicho término como “falsedad; mentira”. El equívoco de la palabra resulta muy revelador, ya que cada uno de los significados arroja luz sobre el otro. Ambos entrarán procesos similares, en ambos “se sobrepasa” algo, que podemos concretar como sigue: la mentira sobrepasa la verdad y la obra literaria sobrepasa el mundo real que incorpora. No es de extrañar, pues, que a las ficciones literarias se les haya atribuido la etiqueta de mentiras, ya que hablan de lo que no existe, aunque presentan la no-realidad como si realmente existiera”.

El ser humano puede acceder a muchos estratos de la realidad, pero para entender la experiencia estética de la catarsis, es necesario un sujeto que acepte este proceso naturalmente y el problema es que se está fomentando un discurso laico que desnaturaliza toda percepción mística, donde entra la ficción, los sueños y la religión. Para romper con Dios tiene que haber una negación de lo divino y el hombre no está preparado para ello porque el ser humano es un sujeto fundamentalmente espiritual, ritualístico y mágico, como se ha dicho en párrafos anteriores.

Aquí es donde entra la literatura, y el arte en general. Porque el arte usa vías de acceso racional como es el lenguaje pero toca ámbitos de nuestra mente más amplios, de los que jamás se puede acceder si no es por vía estética, es decir, ficcional. El hombre necesita aceptar lo maravilloso, sobrenatural, mágico… si sólo se procesa el mundo a partir de una mentalidad laica ni tan siquiera seremos capaces de entender la literatura.

El gran problema del discurso laico es que está arrancando al adulto la capacidad de jugar. La educación actual (y éste es un tema que se tratará con más detenimiento en capítulos siguientes) no contempla la necesidad neurobiológica del humano y no se dedica a mostrar la importancia que tiene que el hombre sepa alcanzar otros estados de conciencia que no sólo el real. Porque el ser humano es el único animal cuya realidad le resulta insuficiente y necesita alcanzar de otras realidades que le permitan ampliar su marco de actuación. El marco explicativo para entender la literatura es mínimo y las bases educacionales que se dan para insertarla dentro de la vida cotidiana son ridículas.

2 comentarios:

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