domingo, 16 de agosto de 2009

La conexión divina

Francisco Jota Rubia, en su obra La conexión divina, habla de dos tipos de realidad, la realidad cotidiana y la experiencia mística o de trascendencia, a partir de la cual se accede a la segunda realidad. Arguye con toda razón que “En determinadas circunstancias históricas el ser humano vivía en esta segunda realidad con mucha más frecuencia que en nuestras civilizaciones avanzadas”. J.Rubia pretende argumentar cómo la experiencia espiritual del ser humano en la actualidad sólo es desahogada a partir de los sueños porque se considera que la llamada civilización “arcaica” o “primitiva” “tiene connotaciones peyorativas, como si de la mentalidad o del pensamiento de razas inferiores se tratase”. J.Rubia tiene mucha relevancia para nuestra argumentación porque apunta con el dedo a la tesis principal que justifica la necesidad de la ficción para el ser humano porque “la mentalidad primitiva no está regida por una lógica diferente a la nuestra”. Es interesante la concepción que nos ofrece J.Rubia sobre la mentalidad actual del ser humano. La mentalidad moderna se ha desvinculado de la relación natural del yo con la naturaleza o del yo con los demás.

“Una de las características de la mente arcaica o primitiva es que los límites del yo no están tan claros y diferenciados como en el hombre civilizado. La diferencia entre el yo y el mundo o entre el yo y el otro, así como la diferencia entre la materia y el espíritu o la limitación del yo al cuerpo de la persona, no está tan clara como en el hombre moderno”.

Cuando hablamos de la separación del hombre con la naturaleza se está arguyendo a la pérdida de la visión animista y cosmológica que la mentalidad primitiva concebía como indispensable para establecer una identidad personal y, sin ella, es imposible imaginar la plena conexión con el mundo que nos rodea, la naturaleza. Es cierto que podemos encontrarnos en plena armonía al estar rodeado de árboles y animales pero no es suficiente. J.Rubia dice:

“Estas culturas primitivas tienen en común una visión del mundo cosmológica o animista. Esta significa que todo, animales, plantas, rocas, está animado con poderes sobrenaturales e invisibles. Estos poderes tienen una fuerte carga emocional y la emoción que domina es el temor a ellos y la necesidad de protegerse de ellos. Precisamente por esta fuerte carga emocional que acompaña a los poderes sobrenaturales es tan potente que éstos son tan reales o más que la propia realidad, ya que es el sistema emocional de nuestro cerebro el que asigna a los estímulos que recibe una significación especial, asignación que tiene su explicación desde el punto de vista de la supervivencia del individuo. De esta manera, los mitos, los ensueños, los cuentos, la magia, las visiones, los mismos muertos, todo son elementos que juegan un papel fundamental en sus vidas por poseer una realidad tan importante o más que la cotidiana”.

A pesar de que creamos que lo estamos consiguiendo, simplemente estamos trasladando nuestra necesidad mística inmanente a objetos materiales. Pero estamos como siempre, no ha habido una evolución psíquica tan grande como se piensa. La diferencia es que en la actualidad, al no confiar en nuestra mentalidad arcaica, intentamos entender nuestra existencia a través de elementos químicos porque la mente humana necesita alteraciones de la conciencia para autoexplicarse la realidad. Lo que antes se conseguía con los mitos ahora se alcanza con los químicos. Pero nos encontramos ante la misma necesidad biológica que los antiguos.

Una nueva pieza de la realidad es lo virtual, heredero clave de la concepción ficcional y, por tanto, de la era mágica y mística de la que provenimos. Dentro de esta era y siendo conscientes de la necesidad de estrados a parte que nos amplien nuestra realidad, cabe considerar que la mentalidad virtual es una herencia de la mentalidad mágica. Con esto quiero decir que gracias al desarrollo tecnológico estamos volviendo a ser seres mágicos y místicos. Kevin Robins en su artículo dentro de la obra Literatura y cibercultura, defiende lo siguiente:

“Con ingenio poco atractivo (o, tal vez con gravedad banal, no sabría decir cuál de las dos), estos autores –haciendo referencia a Barrie Sherman y Phil Judkins- sugieren que “algunos podemos vernos tentados de escondernos en una Realidad Vitual; al fin y al cabo, no podemos hacer con nuestro mundo real lo que nos apetezca. La Realidad Virtual puede resultar ser mucho más cómoda que nuestra propia realidad imperfecta”.

Hemos encontrado que el discurso laico puede ser sostenido a partir de una complementación tecnológica-virtual. Hemos retornado a la manipulación mágica de la realidad. Muchos discursos sostienen que la tecnología es el elemento provocador de la separación de las personas, la tecnología es la aplicación de un ultrauterismo, pero bajo la tesis que aquí estamos defendiendo deja a la tecnología en una posición de salvadora de nuestro instinto arcaico. Kevin Robins dice así:

“El espacio utópico –la Red, la Matriz- será un lugar-no lugar en el que podremos recuperar el sentido y la experiencia de la comunidad. Al reconocer “la necesidad de reconstruir la comunidad dada la desaparición en América del sentido de espacio social común”, el soñador Howard Rheingold cree que tenemos “acceso a un instrumento que podría traer a nuestras vidas convivencia y comprensión y podría ayudar a revitalizar la vida pública”.

Por lo tanto, el ciberespacio es la etapa final de un pensamiento mágico que nunca ha acabado de desaparecer. La magia (y en este ámbito consideramos la ficción, el arte, el ritual, la tecnología) forman parte de nuestro tejido neuronal porque las experiencias estéticas intervienen en nuestra biología humana.

Stella Marís Maruso, terapeuta que aplica la psiconeuroendocrinoimnunología, reconoce: “Los psiquiatras detectan que hoy padecemos de neurosis noógena: falta de responsabilidad y sentido de la propia existencia”. Hacen falta sujetos preparados semióticamente para que pueda adaptarse a la nueva era y para que sepan penetrar en todos los ámbitos de la realidad y entenderlos.

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