martes, 27 de abril de 2010

El Dios de las pequeñas cosas,de Arundhati Roy

Se puede leer esta novela como una alegoría política pero permítame lector que deje de lado estas cuestiones y me centre, ya que es más de mi interés, en aquellos aspectos que nos permiten adentrarnos en la angustia poscolonial de la India, en una conciencia mutilada y profundamente devastada por las leyes. Por el Dios grande, la India, que con su aplastante poder de pulpo arranca de cuajo la libertad del Dios pequeño, aquel que conforma el tacto de una piel o el recogido de un pelo con un amor en Tokio. Todos los personajes de la obra viven en una continua angustia que los destroza. Existen unas leyes del amor que marcan a quién debe quererse, cómo y cuándo. La India poscolonial es un gran conjunto de leyes constrictivas donde la libertad individual es una gran falacia política. Todos los personajes se visten con esta gran mentira. Cuando la India era una colonia, los habitantes fueron utilizados; cuando la India luchó por la independencia, todo era una gran mentira. Es en este pequeño espacio de corrupción donde viven Ammu, Chako, Rahel, Estha, Mammachi y Baby Kochamma. Este pequeño lugar, Ayemenem, es víctima de toda una desesperación individual.

El cuerpo para Arundathi Roy es un espacio más de la novela, el primer espacio en el que las leyes del amor se transgreden, el espacio donde El Dios de las pequeñas cosas adquiere sentido. El cuerpo es la marca de la suciedad, la marca del machismo, el cuerpo es el espacio del placer, del incesto, de la muerte. Todos los cuerpos de los personajes son maltratados por la Historia. Y si no maltratados, han pagado cara las consecuencias de haber usado este cuerpo para otros fines.

La novela de Arundathi Roy es un mundo enorme por analizar y por descubrir. Es mayor la dificultad de entregarse a lo que no se habla, a lo que no se dice, a lo que ni tan siquiera se nombra. La novela El Dios de las pequeñas cosas está plagada de silencios como el de Estha. Estha representa el silencio mismo de la novela, la forma que uno tiene de callar cuando la verdad es tan inaccesible, tan abastecedora, tan corrupta. Roy es Estha, es aquella que ha optado por el silencio de las palabras y por las palabras del silencio. Todo lo que se dice es mucho y nunca es suficiente porque la angustia india es tan desgarradora como inaccesible.

4 comentarios:

  1. Querida Daniela:

    Vaya una novela ésta de la que nos hablas. Parece que haya en ella, amén de una lectura política, toda un análisis del ser humano y de sus pasiones más desgarradoras, las más sublimes y las espantosamente destructoras.
    Me ha encantado tu crítica al imperio colonial, donde son necesarios todos los habitantes para ser utilizados, cuando ya no lo pueden ser, son prescindibles sin más. Así es la mentira política y la mentira del Poder.

    Sublime tu análisis sobre el significado de los cuerpos, y su terrible marca por transgredir lñas normas impuestas.

    ¿Qué se puede añadir sobre ese silencio? Me parece que el tema del silencio te arrebara a ti, como elemento estructural narrativo, como motivo literario. Sin duda, es fascinante, hay tanto que callar a veces, que el silencio nunca es suficiente y siempre hay que callar más para expresar el horror.

    Me recordaste, en otro orden de cuestiones literarias, a "Tiempo de silencio" la novela de Luis Martín Santos, sobre todo en el personaje de la madre, la mujer de los suburbios, cuando su silencio es el que más dice ante todas las palabras.

    Tomo nota de "El Dios de las pequeñas cosas" pues me hiciste llegar tu pasión por Arundhati Roy.

    Otra cosa, me ha encantado, volver a leerte, espero que vaya bien esa vida.

    Te envío un abrazo, querida Daniela.

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  2. Leí esta novela cuando se publicó hace varios años y, aunque no podría dar detalles de ella, recuerdo que me emocionó y me conmocionó mucho. Había un gran dolor y una gran delicadeza. Saludos cordiales.

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  3. Muchas gracias, Elena, por tu comentario. Leí "Tiempo de Silencio" el año pasado. Me encantó. Me dejó profundamente arrebatada. Me ha parecido muy interesante esta comparación de ambas obras en relación a ese silencio devastador que tú y yo conocemos. Muchas gracias por escribirme siempre, este blog no sería lo mismo sin tus comentarios. Un abrazo

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  4. Isabel, la emoción es lo que queda de la literatura. Muchas gracias por dar tu toque a este blog. Saludos

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