lunes, 14 de junio de 2010

La fusión de las artes: ¿espacio de guerra o comunión? A propósito de Hunter S. Thompson

Del periodista me interesan muchos aspectos: hace un tiempo dediqué un trabajo a hablar de él en referencia al consumo de drogas como estimulante de su trabajo como periodista/escritor, un tema muy interesante que me robó el sueño algunas noches. El tema que hoy me concierne poco tiene que ver son este aspecto del autor, aspecto, dicho sea de paso, que puede desvirtuar la crítica del público tratándolo como un auténtico capullo, borracho, drogadicto vestido de payaso. Por otro lado, y ahora se me ocurre, las drogas no hacen más que preparar las bases de un Nuevo periodismo. Con esto me refiero a que tal vez las drogas no le conviertan en un capullo sino en un verdadero héroe que consigue traspasar la frontera de la moral periodística. Hay dos aspectos importantes que contribuyen a deshacerse de esta moral: una de ellas es la toma de substancias psicotrópicas, la otra es la incorporación de convenciones literarias en un género en el que la objetividad tendría que ser su máximo exponente. En el Nuevo periodismo y en el periodismo Gonzo existen drogas y existe artificio. ¿supone el Nuevo periodismo una desvirtuación del periodismo tradicional? ¿Supone en este caso la fusión una mejora? ¿Estamos preparados para destruir las bases de un género, el género periodístico, que debe, ante todo, informar a una sociedad? ¿Estamos listos para esta «aberración»? ¿Queremos ser literarios hasta en el género donde la artificialidad debería ser absolutamente prohibida? Y muchas más preguntas me vienen a la cabeza: ¿Estamos locos? ¿Supone el Nuevo periodismo la llegada del género perfecto, el género que combina lo mejor del periodismo y lo mejor de la literatura?
Estoy completamente segura de que toda literatura procede de un espíritu concreto y nace en función de un alma social, de una época. Creo que, tras la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra de Vietnam, el espíritu de Estados Unidos (en términos hegelianos), cayó profundamente en el asco y en el terror; el asco y el miedo eran más evidentes que nunca, la sociedad se vio más engañada, el lenguaje se quedaba limitado para expresar lo que verdaderamente estaba sucediendo, sólo la ironía tenía algún sentido. Es por eso que el Nuevo periodismo de los años sesenta en Estados Unidos supone, en mi opinión, una verdadera baza para explicar los acontecimientos de la época. Sólo la ironía thompsoniana podía atacar al Sueño Americano, ese «timo» americano que a todos dejaba exhausto en su búsqueda. El periodismo de Thompson es una cruel ironía sobre la búsqueda del sueño americano; las drogas intensifican aún más esta ironía; la incorporación de elementos literarios favorece a embellecer el mundo porque la realidad es cruel y asquerosa: miedo y asco en Las Vegas. El periodista cobra un nuevo rol, es quien explica las cosas tal y como las ve, él es partícipe de lo que está sucediendo, el periodista renuncia a su posición de héroe para convertirse en un ególatra que cree que si él no estuviera donde está las cosas serían diferentes, el periodista es un claro agente de lo que sucede, no es pasivo al mundo, no es un simple observador, es ahora un artífice, un buen escritor, un pensador de adjetivos.
Evidentemente, este nuevo género híbrido revolucionó tanto el mundo de la novela como el periodismo, puesto que los trabajadores de los diarios debían dedicar más tiempo a sus reportajes, se adquirió la costumbre de pasarse días enteros hasta la culminación de un artículo, se exigía una mayor paciencia, característica nada útil para la profesión. Así pues, me atrevo a decir que las costumbres profesionales también se destruyen ante la concepción de esta hibridación, como en cualquier arte, el oficio se transforma, ahora es otro, ahora los periodistas son escritores, y los escritores siguen siendo escritores. ¿Esto es lo que provoca la hibridación de las artes? Une los géneros, pero separa a los artistas. Tengo la sensación de que cualquier nueva concepción de las artes, cualquier nueva propuesta de mezcla y fusión siempre conlleva una mayor especialización de los artistas para responder a esta necesidad de pertenecer a un lugar que los identifique y que les dé una profesión. ¿A qué lugar pertenecía Hunter S. Thompson y muchos otros? ¿Realmente se sentían en un espacio incómodo o, por el contrario, descubrieron que era sólo en este lugar inhabitable donde podían quedarse? Así pues, quiero terminar este ensayo con una absoluta defensa del Nuevo periodismo como un género híbrido entre la literatura y el periodismo para, con esta fusión, provocar el nacimiento de una nueva forma de concepción del arte escrito, un arte donde el público se satisface de una estética mientras es consciente que lo que está leyendo sucedió de verdad. ¿Cómo dos profesiones tan distintas pueden asumir en su matrimonio una forma tan bonita como el Nuevo periodismo?

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