martes, 19 de enero de 2010

Sobre la historia natural de la destrucción, de Sebald

Sobre la historia natural de la destrucción habla de un silencio brutal de Alemania con respecto a los múltiples bombardeos que la acecharon. Sebald se pregunta por qué este tema ocupa un espacio tan escaso en su memoria cultural. El silencio de Alemania es más poderoso incluso que cualquier obra que pueda haberse publicado sobre el asunto. Como todos sabemos, el silencio es poderoso. Pero Alemania posee un valor añadido que dificulta la creación de una literatura como la que han configurado los judíos, la creación de un género literario centrada en el testimonio de esta clase de horrores: tal vez Alemania nunca pudo permitirse el papel de víctima «sobretodo porque un pueblo que había asesinado y maltratado a muerte en los campos a millones de seres humanos no podía pedir cuentas a las potencias vencedoras de la lógica político-militar que dictó la destrucción de las ciudades alemanas», defiende Sebald. La lógica cristiana pensaría que Alemania recibió el perfecto castigo por la cantidad de crímenes que cometió, como un castigo merecido o como una revancha. Kurt Vonnegut desobedece esta tendencia y ha llevado a la escritura su experiencia en el bombardeo de Dresde. Ésta es la mejor sentencia que postula: «Mira, Sam, si este libro es corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan». Así que no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. De ahí pueden provenir los numerosos silencios que recorren latentes la literatura universal. Los libros que no se han escrito no son pura nada, sino que viven en suspensión entre las palabras. Sebald nos recuerda que Alemania calló. Muchos motivos son los que pueden explicar esta voluntad destructiva de la memoria. Muchos. Uno de ellos es el temor a no ser creídos, a no ser comprendidos, a que la dimensión del dolor i destrucción que describen sea tan grande que, contrariamente, adquiera el canon de la inverosimilitud. Ver la ciudad desapareciendo bajo la voraz agresividad del fuego tiene que perturbar a cualquiera y tiene que generar una paralización brutal de la capacidad de pensar. Alemania tuvo prisa en limpiarse, recomponerse, decorarse de nuevo para que el silencio no fuera sospechoso de una turbación. Sebald utiliza las palabras correctas, cuando dice que «los alemanes, que se habían propuesto la limpieza e higienización de Europa, tenían que defenderse ahora del miedo de ser ellos mismos, en realidad, el pueblo de las ratas». El pueblo alemán siguió sus vidas como si nada, mientras los judíos estaban contribuyendo con pequeños granos de arena a configurar un género literario sobre sus vivencias en los campos. En Alemania se puso a prueba la capacidad de olvidar lo que no se quiere saber.

4 comentarios:

  1. Daniela,

    Este texto me ha gustado, porque en él hay una sola idea, bien desarrollada y argumentada, por supuesto: que Alemania no creó una Literatura para justificar su capacidad destructiva como respuesta a una agresión. Es que no fue así: fue Alemania la que agradeció a personas y cosas, con unos métodos anteriormente jamás vistos, y con una contundencia que sobrepasó cualquier imaginación.

    Ante la evidencia de una fuerza destructiva brutal, adjetivo que tú utilizas con profusión, como fue la de la Alemania Nazi, no hay justificación posible: sólo el silencio puede hacer que la herida cicatrice y es ésta la única forma de catarsis (léase liberación) de sí mismos. No cabe ya posibilidad alguna de embadurnarse más con la basura y la mierda –valga también este término para definir lo que ellos hicieron, porque su forma de hacer y actuar, la de los Alemanes, huele y suena aún peor-, porque no hay posibilidad de que alguna mente humana sea capaz de prevenir, ni siquiera imaginar, los límites a los que ellos llegaron en su intento de convertir en cenizas cualquier forma viviente que no coincidiese con su ideología, las mismas personas, arte, pensamiento, lo que sea.

    Ante el horror cometido por quien sea, cuando la magnitud es de tanta envergadura, no cabe justificación ni definición: sólo cabe el silencio y la vergüenza que oprime, si no a los actores, porque a eso no se puede aspirar, sí a los descendientes de esos actores.

    Y con esto nos remitimos ya al Derecho y las Formas Jurídicas más primitivas, las anteriores a la Civilización, las que se evidencian en la Moral de la Tragedia Griega, según las cuales es responsable de un acto, por supuesto, el individuo que lo ejecuta, pero también lo son los que con él comparten consanguinidad, es decir, sus hijos, nietos, y todos los que vengan después.

    Es que el omnicidio Nazi nos remite a lo más primigenio: el simple pensamiento de que tales cosas hayan podido ocurrir hace que el sentimiento de vergüenza, que no el de arrepentimiento, prolongue sus tentáculos mucho más allá del Presente, de lo que civilizadamente se puede imaginar.

    Te felicito por esta síntesis del libro que comentas.

    Antonio

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  2. Hola Daniela:
    ¿Cómo estás? Un placer saludarte, aquí vengo a disfrutar de tus escritos y del conocimiento que desgranas sobre este interesante ensayo de Sebald.
    Pues bien, indudablemente la única manera lo suficientemente elocuente de expresar el horror que le queda al ser humano sin duda es el silencio.
    El silencio es el gran grito que escuchamos en esta falta de referentes literarios que creen una tradición. Siempre están los que miran hacia otro lado:
    "aquí no ha pasado nada" y se dedican, con ansias renavadas, como si acabaran de descubrirla, a elogiar la naturaleza.
    También están los que se vuelcan en un mundo interior, lleno de fantasmas, de vacío, de la falta de lógica del mundo, referente claro de la realidad exterior e inmediata de la que forman parte.

    Resplandece sin duda, la frase de Adorno: no esposible escribir poesía después de Auschwitz.

    Suscribo absolutamente el comentario de Antonio sobre la responsabilidad del individuo que secunda, que respalda, que asiente, que calla, que consiente.

    Una reflexión necesaria la que nos traes desde esta obra de Sebald.

    Un saludo y un abrazo, querida Daniela.

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  3. Amiga Elena Clásica, Elena Pascual, Ἑλένη,

    Compruebo con sumo placer que nos vayamos encontrando en foros diferentes, cada vez con más asiduidad. No puedo ocultar mi satisfacción al comprobar que tú, una mujer sabia y honesta, allí donde las haya, compartes mis opiniones. Tengo que decirte que mis conocimientos han quedado muy ampliados al leer el comentario tuyo. Es que, a la hora de aprender, se aprende mucho más de los pozos de Sabiduría y Sendibilidad, como es tu caso.

    Un beso,

    Antonio

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  4. Muchas gracias a ambos por vuestros comentarios repletos de sabiduría, gracias por completar mi interpretación de esta lectura y hacer que este blog vaya cobrando, poco a poco, vida y salud.

    os mando un abrazo,

    Daniela

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