domingo, 16 de agosto de 2009

Putrefacción

Norman se sienta nerviosamente, esperando, como cada día, a que llegue. Entonces detecta un roce simpático detrás, en un insignificante punto de su carne; aquello que estaba esperando le roza la piel arrugada y fuerte (tozuda), le acaricia (¿eróticamente? Algunas veces) las entrañas adormiladas en el cómodo tacto de su carne, aburridas tal vez de su fidelidad a la vida; y Norman es feliz en ese momento, como cada ese momento del día, a pesar de apreciar, poco después, el podrido olor a él mismo, el aroma de su putrefacción. Norman ve en este pequeño acto cotidiano una clara analogía de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario